PESCA DEPORTIVA EN ESQUINA
Los ríos cercanos a la ciudad de Esquina son lugares ideales para la pesca de Dorados, Suribíes, Mandurés y en especial el Pacú. Disfrutar de todo un día de pesca en las aguas dulces de los ríos Corriente, Guayquiraró, Paraná o en alguna laguna, es una vivencia única que apasiona a más de uno.
La nota que sigue es el relato de una excursión de pesca realizada por nuestros amigos Juan y Santiago quienes nos cuentan su experiencia:
Como todos los años promediando Julio, nos fuimos con Juanchi a Esquina a pasar unos días de pesca. Hoy en día por más que se contrate un guía del lugar la buena pesca no está asegurada, y mucho menos si se pretende pescar sin uno de ellos, que es lo que hacemos nosotros, pero ahí vamos.
Previo paso por la morenera de La Paz (esta vez con excelente carnada), llegamos a Esquina al camping del Sr. Mantilla, donde nos tratan como de la familia. Miércoles por la tardecita, ya sin sol y luego de tomar unos mates, nos pusimos a armar el gomón para que a la mañana siguiente pudiéramos salir bien tempranito. Excelente asado mediante, ya en la carpa, nos queda esperar que se apague el entusiasmo que tenemos en nuestra cabeza que no para de inventar correderas maravillosas y peces majestuosos.
Mañana de jueves, frío, pero aparenta ser un día espectacular y prometedor. Salimos rumbo al norte de la ciudad a probar suerte sobre el río Guaycurú. Hoy en día nos hemos perfeccionado en el tema «navegación Paranaense» y contamos con una PC que en sincro con el GPS GARMIN GAUCHO, nos va mostrando la imagen satelital del lugar, más allá de poseer varios tipos de cartografía del lugar, y es lo que más nos resultó para ese laberinto de islas, bancos y ríos.
El Paraná nos recibió tranquilo, como invitándonos a cruzar. Así lo hicimos, y dimos con una zona de muchísima actividad pero de doradillos, entretenidos para nuestra llegada pero después de estar un rato bajo el sol queríamos más. Allí podríamos haber estado todo el día pescando, al reparo del viento y con un solcito espectacular para estos días invernales, pero eso no nos terminaba de convencer. A garetear (dejarse llevar por la corriente)! Vino, calma y un paisaje de ensueño durante muchos kilómetros sin interrupciones humanas, el paraíso. Pero de pique, nada. Igualmente nuestras pescas son así, hay mucho tiempo de búsqueda y si bien ya tenemos nuestros lugares «clave», estos pueden fallar, así que siempre estamos conociendo nuevos recovecos, algunos rendidores y otros no, pero siempre agradeciendo por tan magnífico lugar.
Así el primer día de pesca estuvo tranquilo, algunos llaveritos por aquí otros por allá, y con muchos kilómetros nuevos recorridos. Llegamos a la ciudad, donde nos tomamos una cerveza acompañada con pizza para «tranquilizar» la panza.
Viernes. Día hermoso, bien temprano. La embarcación lista, marcamos rumbo al Sur. Corredera conocida, bautizada Corredera Gabriel Gutiérrez, en honor a aquél guía que nos iniciara en la pesca del Dorado, un gran tipo. Pintaba bien, el agua corría… el sol empezaba a calentar, un día especial. Líneas al agua y a darle nylon… De pronto, aparece una lancha y ¡se amarra a la costa encima de mi línea! Una vergüenza de guía, nos arruinó el lugar. ¡Para colmo empezaron a tener piques!
Indignados, emprendimos la retirada, y con un corte de manga cerramos capítulo. ¿Como remontar la situación de malhumor? Primero, un trago de vino, después, hay que buscar otro lugar… Y eso hicimos.
Nos dirigíamos a la zona del Ingá, y pensamos «Acá tiene que haber pescado, démosle una oportunidad». Y empezó el frenesí, lleno de dorados promedio 3kg, un pique tras otro, saltos por todos lados, dobletes, ¡Una fiesta espectacular!
Pescamos toda la mañana, y por la tarde hicimos un poco de tierra para probar con los «muñequitos», esta vez, sin éxito. Cerramos el día con un atardecer a pura pesca. Navegada nocturna impresionante con luz de luna incluida y una pesca espectacular en el haber.
En sábado pensamos: ¿Mismo lugar?, respuesta: ¡Obvio! Pero con cambios. El día pintaba feo, con lluvia en el pronóstico y el cielo cargado. Un viento helado que nos molestaba un poco, igualmente sacamos algunos dorados, seguían ahí, pero un poco más reacios por el frío.
Decidimos movernos para intentar unos garetes por un riacho, total, ahí la pesca seguía estando, sólo que queríamos probar suerte con algún dorado grande o con suerte algún surubí. No hubo mucha suerte, pero por lo menos conseguimos reparo del viento que nos estaba enloqueciendo.
Teníamos visto del día anterior un arroyito con una corrida de agua impresionante, así que para despistar a otros pescadores nos fuimos de ahí. Además el viento estaba insoportable. De pronto encontramos un pozo tremendo, con camalotes y todo incluido. «A ver que pasa, algo picó fuerte, pero se fue. Tiró bien para abajo. ¿Un surubí? Pudo ser».
Varios «bigotudos» de todo tipo, unos vinos, algo para picar y largamos el fondeo para garetear. Hasta ahora todo con morena de carnada, nada con señuelo y la mosca estaba muy complicada por el viento. En el garete, llegamos a una salida hacia un río más caudaloso, paramos sobre una margen en una barranca. Tiramos el fondeo, líneas al agua y ¡tuvimos pique instantáneo! Un espectáculo.
Seguimos pescando con señuelo y carnada, así que nos quedamos ahí un rato. Luego largamos fondeo, y ahora sí, era el turno de los señuelos. Yo con cuchara, Juanchi con señuelo y cada 50 metros había pique. Impresionante.
Todos grandecitos, hasta un doble pique espectacular. Le hicimos dos o tres pasadas y paramos en una isla a descansar un rato.
¡Estábamos exhaustos! Prendimos fuego, pusimos una ollita y a freir, nos debíamos eso para coronar la salida. Hace ya varios años que practicamos la pesca con devolución y sólo habíamos cocinado la pesca una vez.
Un poco de descanso, algún que otro doradillo en las cañas que habían quedado en el agua y «devuelta a la cancha».
Esta vez ya con la pesca hecha volvimos con luz al camping donde una buena ducha de agua caliente nos esperaba. La noche pintó mojada, se llovió todo, por suerte al otro día estaba todo despejado. Soplaba un fuerte viento Sur, así que encaramos a nuestro querido Río Corriente, el haberlo navegado casi en seco nos dibujo un mapa preciso de los bancos, gracias a eso navegamos tranquilo sino hubiese sido un golpe tras otro.
Nos dirigimos a una corredera de antaño donde tuvimos alguna que otra captura, capturamos unos cuantos doraditos, algunos que casi ni los clavábamos para evitar lastimarlos, y se soltaban solitos al borde del gomón.
Nos movimos a otro lugar donde corría mucha agua y le dimos un rato. Ahí tuvimos el encuentro con la Prefectura. Muy cordiales nos pidieron permisos de pesca, carnet de timonel y elementos de seguridad. Teníamos todo así que no hubo ningún problema.
Un rato antes estábamos pensando en unos chicos que habían salido al Paraná en un chichorro con un motor de 9 caballos. Pensábamos sobre lo mal que la estarían pasando ya que donde estábamos nosotros al reparo del viento estaba bravo, el río Paraná se parecía a un mar enfurecido. Los prefectos nos comentaron en ese momento que el bote de los chicos se había ido a pique y que los pudieron rescatar. Estaban bien, pero fue una noticia tremenda. Al río hay que tenerle muchísimo respeto. Estos chicos pasaron un susto, pero podría tranquilamente haber pasado lo peor, tuvieron suerte.
Después del episodio, el lugar ya no daba para más, juntamos coraje y nos dirigimos a unos pozones a intentar un garete. Pescamos Algún doradito entre olas y fue suficiente, buscamos reparo del viento. Una linda corredera con costa arbolada nos acobijó mientras picábamos algo y descorchábamos un vino soda. La pesca ya estaba hecha. Volvimos con un viento en contra tremendo, parando cuando veíamos alguna costa para tirar y seguíamos con la vuelta.
Llegamos con una felicidad extrema, y con mucha tranquilidad desarmamos el bote, acomodamos los bolsos y disfrutamos de un espectacular guiso de lentejas para recomponer el calor.
Una de las mejores pescas de nuestras vidas. Esquina es un paraíso.
Los invitamos a visitar nuestro blog: el14pesca.blogspot.com.ar


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