CONJUNTO JESUITICO DE SAN IGNACIO MINI
Las «Ruinas de San Ignacio» se ubican cercanas al centro de la ciudad, dentro del ejido urbano de San Ignacio. A esa accesibilidad, se le suma que son fáciles de recorrer gracias ser las ruinas jesuíticas que mejor se preservaron en Misiones. Por dichas cuestiones son las más populares de la provincia.
El origen de esta estancia, como las misiones jesuíticas vecinas, fue en el sur del actual territorio brasilero. Esta misión se creó junto con Nuestra Señora de Loreto, por los Padres José Cataldino y Simón Masseta, en el año 1610. Llegaron a la región del Guayrá para evangelizar, enviados por el primer Provincial de las Misiones, el Padre Diego de Torres.
Pero con los ataques de los bandeirantes (portugueses que reclamaban la tierra) hicieron que la zona sea muy peligrosa durante años. Esto hizo que las misiones jesuíticas se muden hasta finalizar en la zona actual de la provincia argentina.
Durante la emigración, el Padre Antonio Ruiz de Montoya condujo el éxodo de 12.000 aborígenes a través de las selvas y los ríos de la región de Paraná. Tuvieron varios asentamientos temporarios antes de encontrar su lugar definitivo, en el año 1696. La Misión fue bautizada como «San Ignacio Miní» ya que fue la menor de su antecesora luego conocida como «San Ignacio Guazú», la mayor en voz guaraní.
El diseño urbano de la estancia jesuítica fue muy parecido al resto de las misiones. La plaza era el centro y a su alrededor se ubicaban los edificios principales. El cabildo, el templo mayor -con baptisterio y sacristía-, la casa de los Padres, la escuela, el refectorio, el patio de los talleres y depósitos, de un lado. Del otro lado, el cementerio, la huerta, el coty-guazú y las viviendas de los indios, con sus dobles galerías, completaban los límites de la plaza.
El acceso principal era mediante una calle central hacia el norte, finalizando con vista a la portada del templo. Este templo mayor, de tres naves y tan conocido por las fotografías, fue construido con piedras de asperón rojo de la zona. El techo, a dos aguas, estaba cubierto de tejas musleras, sostenido por una estructura de madera. Trabajados diseños en piedra labrada destacaban los sectores principales del templo, como el portal de entrada, el de la sacristía, y el que conectaba el templo con la escuela. Figuras de ángeles, palomas y motivos de la flora local se aprecian en las elaboraciones de manos guaraníes.
En su apogeo, San Ignacio Miní, llegó a tener una población de 4.500 guaraníes. Allí habitaron hasta la expulsión de los Jesuitas de los territorios españoles, en el año 1767. San Ignacio Miní sobrevivió un tiempo más, hasta que fue destruido durante la guerra de fronteras de 1817.
Las ruinas del conjunto jesuítico han quedado dentro del ejido urbano de San Ignacio, ya que de la misión se originó el pueblo. Pero fuera del perímetro protegido se encontraban partes de lo que fue el núcleo urbano de la estancia, como obras complementarias, canalizaciones y tajamares.
Recorrer el museo y las ruinas del conjunto es realizar un viaje al pasado, pero aún se puede conocer la cultura guaraní visitando alguna comunidad de descendientes en la zona.
San Ignacio Miní fue restaurado entre los años 1940/50 y desde 1984, integra la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Le recordamos llevar su cámara de fotos y recorrer todo el complejo un día soleado de ser posible. Por las noches se realiza un show de luz y sonido.
Para visitar:
Dentro de la localidad de San Ignacio.
Te puede interesar: Excursiones desde Puerto Iguazú


.
- Ruinas Jesuíticas de San Ignacio
- Ruinas Jesuíticas de San Ignacio
- Ruinas Jesuíticas de San Ignacio
- Ruinas Jesuíticas de San Ignacio
- Ruinas Jesuíticas de San Ignacio